HOY y en su día, conozcamos un poco más a nuestro Patrón San Boal
Boal es un nombre atípico tal es así que muy pocas veces ha
sido utilizado por un padre o una madre para bautizar a su hijo algo
sorprendente si tenemos en cuenta que el había sido nuestro primer mártir y
santo siendo conocidos en cada casa durante diecisiete siglos los milagros
acaecidos en torno a su vida junto a las bravas aguas del viejo rió estola. Ni
siquiera en Manzanal su tierra de penitencia y fallecimiento. Si las crónicas
de antaño son ciertas no sería descabellado pensar que también santa Justa era
alistana o ambarina pues era ella hermana de Boal y habría sido sacrificada
aquel fatídico día 20 de abril de 280 junto a otros 60 cristianos y cristianas.
Realidad o leyenda quizá las dos juntas o complementadas
entre si por la fe y la sabiduría popular cuanta la historia que Boal era un
mozalbete de los que que para si nunca querría como hijo una madre.
Despreocupado y holgazán la mejor manera de localizarlo era allí donde había
gresca, robos y atropellos. Fue vara verde que desde la niñez comenzó a
torcerse, entonces todo apuntaba que sin remedio eligiendo como aliadas de sus
danzas a las peores compañías cosa esta que no hacia sino empeorar la situación.
Vamos que como dice el refrán iba de mal en peor, sin arreglo ni perdón. Sus orígenes
permanecen enterrados en la oscura noche de los tiempos y lo mismo podía ser una
criatura de los mas bajos fondos zamoranos que un rapaz rebelde que abandono Aliste
o Alba atraído por las engañosas venturanzas de la capital.
El punto álgido de la vida de Boal, que cambiaría su
existencia tuvo lugar una tarde cuando el rapazón no tuvo otra feliz idea que
robar una pareja de bueyes con su carro, dispuesto a sacarlo fuera de la
población, no sabemos con que fin. El caso es que mientras estaba afanado en
tan condenable tarea, dios lo vio desde el cielo y se puso triste consciente
que cada vez se torcía más y decidió ponerle remedio antes de que fuera
imposible hacerlo. Desde su trono el supremo creador le hablo milagrosamente el
corazón dejando que el mismo se diera cuenta que estaba equivocado y que
haciéndole mal a los demás no se va a ningún lugar. Boal sin saber porque alzo
la mirada a las alturas y luego la bajo cubriendo su rostro el semblante de la
vergüenza.
Humillado devolvió la pareja de bueyes a sus dueños y entro
en la primera iglesia que se encontró en su tortuoso camino. Se puso de
rodillas y con las mejillas regadas por las lágrimas de sus ojos y el corazón
impregnado por el arrepentimiento se confesó de sus pecados, fechorías y
malandanzas. Mientas iba repasando su pasado se daba aún más cuenta de sus
errores y le prometió al confesor que a partir de entonces iba a ser una persona
buena y comprometida para ayudar a los demás.
El confesor que no era otro que un ángel de dios se personó y así se lo hizo saber. Le puso la mano en la frente y antes de darle la
absolución le impuso una peculiar penitencia. Da igual donde te lleve la vida,
pero allí donde oigas el tañir de una campana, repicando a fiesta, tocando
oración, a ánimas, a bautizo, rogativa o entierro te pondrás de rodilla y rezarás.
Hasta la verdasca mas torcida puede crecer recta si se pone empeño y Boal tras
las conversión de mal hombre a hombre bueno no sabemos el porqué se dirigió a
las verdes riberas del rió Esla en lo que hoy conocemos como termino municipal
de manzanal del barco. El mismo con sus manos construyo un hospital y un
santuario pues habia decidido ayudar a los cristianos peregrinos y viajeros Fue
por allí cruzaban de Castilla a Galicia, de Zamora a Compostela. El cauce era bravo
e intratable en otoño, primavera e invierno, por lo cual se construyó así mismo
una robusta barcaza de madera de negrillo.
Para mantener el fuego vivo cortaba la leña de encina en la
Dehesa de Mazares, margen izquierda del Esla y la pasaba navegando, a su
morada, en la derecha. El DÍA de su primer milagro era diciembre, las
temperaturas congelaban el alma y la nieve caía convirtiendo en blanco el cielo
azul. Cuando la barca iba a mitad de recorrido, allí donde el pozo era más
profundo en la lejanía se oyó el sonido de dos campanas tocando el ángelus,
Boal sin pensárselo dos veces sin asumir que iba hacia una muerte segura pues
no sabía nadar y el líquido elemento estaba helado, se lanzo al cauce y se puso
de rodillas. Fue entonces cuando milagrosamente las aguas se separaron para que
el mozo rezase sin mojarse. Hecho igual solo se había visto cuando Moisés abría
en dos el Nilo para cruzar los judíos hacia Palestina.
Mientras se dedicaba con devoción a los rezos fue
sorprendido por una patrulla del ejército imperial de Roma. Los soldados al ver
que era un cristiano no dudaron en acribillarle con una cuadriasta, nombre este
que se le daba a las lanzas de cuatro puntas. Allí dejaron el cadáver del
mártir para que fuera presa de las aves de rapiña.
Cuando Boal dio el último suspiro y el cuerpo quedó inerte
sobre el lecho del rio mientras el alma rodeada de Ángeles iba al cielo, se
producía el segundo milagro; todas las campanas de los pueblos de Aliste,
Tabara, Alba y la Tierra del Pan comenzaron a tocar solas y ateos y creyentes
se acercaron para ver qué era lo que pasaba.
Estupefactos se quedaron al descubrir el cuerpo de Boal, sin
vida, mientras las aguas del río Esla se mantenían retenidas para no mojarlo. Apesadumbrados
por el dolor y los hechos prodigiosos trajeron un carro con sus bueyes desde
Manzanal y a el subieron a Boal, no atreviéndose nadie a llamar a la pareja, pues tampoco sabía donde se dirigía. Fue entonces cuando los animales iniciaron
el camino ante la incredulidad de los devotos, continuaron por Andavias y la
Hiniesta para parar en la iglesia de San Torcuato de Zamora capital de donde
fue imposible moverles. Para colmo ahora era la campana de templo capitalino la
que tocaba como loca sin que nadie hubiera en el campanario tirando del badajo.
Ante tanta cosa extraña se pensó que aquello tenía que ser una señal divina y
allí fue enterrado. Su sepulcro fue sencillo, simplemente rodeado por una verja
de hierro de herrero, dedicándose un altar con una imagen pintada del santo
donde se narraban sus historias y milagros. Juan Pérez de la Serna, Obispo de
Zamora y Arzobispo de Méjico fue antes canónigo y sacerdote de la parroquia de
San Torcuato. Se cuenta que una ocasión se acercaron al templo él, regidores y
feligreses y abrieron la tumba de San Boal. En su interior el hallazgo fue cuando
menos sorprendente pues junto a sus huesos había las clásicas monedas, cuerpos de
pajarillos consumidos y avellanas.
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